domingo, 12 de junio de 2011

DE MAGNATE A MANGANTE

De 'Míster Alí' a Alí a secas. Del hombre «rico y sabio» al «mentiroso compulsivo». De «magnate indio» al «mangante indio». De la ilusión por ser «el tercer grande de España», a la decepción por el futuro incierto del equipo. Del espectacular séquito de Mercedes blancos, al solitario taxi en el que llegó al Sardinero por última vez. De los megaproyectos de inversión en Cantabria, al silencio más absoluto. De todo esto, es responsable el que sigue siendo máximo accionista del club, Alí Syed. Un mérito que ha conseguido en sólo 135 días.
Alí Syed cumplió su «sueño» el pasado 29 de enero cuando en el epicentro del racinguismo, los Campos de Sport de El Sardinero, firmó el contrato que le permitió hacerse con el 80,38% de las acciones de la entidad. Una semana antes, Dunviro (antiguo dueño) y el propio Alí, a través de su empresa WGA, anunciaron con sendos comunicados la compraventa del club. Eran tiempos felices y todos se frotaban las manos. El Gobierno porque se quita un peso de encima a cuatro meses de las elecciones (el crédito participativo que tenía avalado Cantur); el presidente Pernía porque encontraba, por fin, a un inversor con «perras», y los aficionados porque hallaron a su 'Salvador Alí'.
Sin embargo, las dudas en torno a las intenciones reales de Syed, provenientes de Inglaterra, siempre acompañaron a sus espectaculares apariciones por Cantabria: jet privado, una docena de Mercedes, escoltas de 'discoteca', suites en hoteles de lujo y tiendas que abrían para que el siempre sonriente Alí gastara su dinero en ropa igual de cara que hortera. Pero daba igual. Eran buenos tiempos y todo le estaba permitido. No importa que llegara tarde, atascara la ciudad o se saltase los semáforos en rojo. Después de reunirse con el político de turno, todos salían encantados. Tres millones de euros para el Proyecto Comillas, 500.000 para otro solidario en Santander, hacer un estadio «más cómodo» para los aficionados o patrocinar el Mundial de Vela de 2014 fueron algunas de sus promesas.
Sueños rotos
En el plano deportivo, el indio tampoco ha cumplido nada. Ni los 50 millones de euros de inversión prometidos, ni los fichajes de relumbrón con los que aterrizó, ni las promesas de pago a los futbolistas. Fue él mismo el que aseguró que el Racing «nunca más iba a tener problemas económicos».
Llegó en enero, un día antes de que se cerrase el mercado de fichajes de invierno, preguntó qué a quién quería la afición, le dijeron que a Zigic y llegó a decirle a Pernía que o le fichaba antes de que se cerrara el plazo o no presenciaba su primer partido en el palco frente al Valencia. Otro farol. Después, lo quiso arreglar con el despido de Portugal y la llegada de Marcelino. A partir de aquí todo han sido problemas y falsas promesas. Lo peor de todo es que la masa social que sigue al equipo se llegó a ilusionar. Soñaba con ser como el Málaga. Allí sí que acertaron con su 'jeque'.
Presumido
Desde su llegada a Santander, Alí siempre ha presumido de ser rico. Dice que su primer millón lo ganó antes de los 18 años y que acumula una fortuna de más de 8.000 millones de euros. Incluso en una cena con empleados del club llegó a presumir diciendo que tenía más dinero que Emilio Botín. Puede que tuviera razón. Un viejo dicho de pueblo dice que el más rico no es el que más gana, sino el que menos gasta. Da igual, porque ya nadie le cree. En el Racing ya se han cansado de él y por eso las últimas semanas están siendo intensas en la búsqueda de un nuevo inversor. Pernía no lo oculta. El pasado martes, en compañía del director general Roberto Bedoya, se lo trasladó a los medios de comunicación. Alí está al corriente y le da igual, porque él, durante todo este tiempo, ha estado haciendo exactamente lo mismo. Fue el mismo Pernía el que confirmó que la familia real de Bahrein estaba detrás de Alí. Tras echar un vistazo a la página web corporativa del empresario indio, se puede adivinar la realidad de sus intenciones. Western Gulf Advisory se dedica a 'salvar' empresas al borde de la quiebra y después venderlas previo pago, claro está, de los intereses correspondientes. Y en eso está el indio, que no se niega a vender su paquete accionarial «siempre que me devuelvan el dinero». Por eso, Pernía está convencido de que puede buscarle un comprador mucho antes que él.
Mientras tanto, está en juego el futuro de un club que roza los 100 años de historia y que confía en que no le abandone su 'mala' salud de hierro.

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