Los racinguistas no sabían ayer, mientras veían jugar a su equipo, si reir por la exhibición de fútbol, entrega y piernas de su equipo o llorar por los seis meses tirados a la basura. Este Racing, el de ayer, y en gran medida el del último mes y medio, es aberrante que esté con el agua al cuello. Le falta gol, es verdad, pero de todo lo demás, en cuanto le han dado un poco de orden y coherencia, tiene tanto o más que cualquiera en la categoría.
De salida, muy valiente, el equipo cántabro acogotó al Sabadell y le quitó el balón. Tuvo doble mérito, porque no solo obligó a los de Carreras a jugar, sin balón, a contraestilo, sino que el Racing sí quiso la pelota. Pese a estar Quini (en su mejor versión) en el campo, no jugó a pelotazos, tocó y buscó la portería por abajo, con los tres media puntas. El primer gol, una obra de arte que nace en banda con paredes, regates y taconazos entre Ferreiro y Assulin que acaba con un pase de la muerte a Jairo que, en el punto de penalti, con un sutil toque se quita de en medio a un central y la manda al hierro, fue un justo premio y un puñetazo en la mesa. El Racing sabe hacer estas cosas.
Crespí, de cabeza, remachó y todo el equipo controló con autoridad hasta el final. Viven.
Hoy toca ver la tele
Los resultados de las dos últimas jornadas han sido muy positivos para el Racing. Seis puntos frente a 2 del Huesca, y uno de Mirandés, Murcia y Guadalajara, estos dos con un partido menos, el que juegan esta noche en el Pedro Escartín. El gran debate en el propio autobús del equipo anoche era ¿que interesa más, un empate o que gane el Guadalajara?
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